Lola Casanova era una joven de dieciocho años, bellísima, según afirmaron quienes la conocieron. Era hija de españoles residentes de la comunidad guaymense. El padre, un rico comerciante, estaba orgulloso de aquel portento de mujer: ojos verdes como las aguas de la bahía, cabellera dorada como espiga de trigo maduro, la piel blanca y en su rostro dos chapetas como rosas de Jericó. Era la Dulcinea de los jóvenes más apuestos del lugar. Pero el viejo Casanova tenía ya planes para casar a su unigénita con un rico peninsular que residía en el mismo puerto. Un hermano del señor Casanova que vivía con su familia en Hermosillo, en varias ocasiones invitó a su sobrina a que fuese a pasar una temporada en su hogar, al lado de sus hijas también adolescentes; la insistencia tuvo su fruto cuando el padre de Dolores accedió a que su hija pasara sus vacaciones en casa de las primas.
En ese tiempo los seris andaban perpetrando depredaciones en los lugares cercanos a la costa, desde Guaymas hasta las playas de Altar; por ello las diligencias que daban servicio a los viajeros del Puerto a la antigua Villa del Pitic, eran protegidos por una numerosa escolta de dragones. Así lo dispuso el General José María Yáñez. Doloritas, como la llamaba su padre, salió de Guaymas la mañana del 2 de abril. Aún hacía frío y los quince dragones que escoltaban la diligencia llevaban puestos sus chaquetones. Era una guardia especial que las autoridades militares concedieron a tan distinguida joven. Lola no sólo iba protegida por la tropa y varios viajeros; también iba con ella su madrina.
El vehículo y los guardias iban a regular velocidad, "Los tres troncos de robustas bestias", decía el auriga, "pueden hacer volar la diligencia". Pero no podían ir más aprisa; tenían que caminar al paso de los otros carros que formaban una fila, pues muchos viajantes aprovecharon la guardia para hacer tan peligrosa travesía.
En ese tiempo los seris andaban perpetrando depredaciones en los lugares cercanos a la costa, desde Guaymas hasta las playas de Altar; por ello las diligencias que daban servicio a los viajeros del Puerto a la antigua Villa del Pitic, eran protegidos por una numerosa escolta de dragones. Así lo dispuso el General José María Yáñez. Doloritas, como la llamaba su padre, salió de Guaymas la mañana del 2 de abril. Aún hacía frío y los quince dragones que escoltaban la diligencia llevaban puestos sus chaquetones. Era una guardia especial que las autoridades militares concedieron a tan distinguida joven. Lola no sólo iba protegida por la tropa y varios viajeros; también iba con ella su madrina.
El vehículo y los guardias iban a regular velocidad, "Los tres troncos de robustas bestias", decía el auriga, "pueden hacer volar la diligencia". Pero no podían ir más aprisa; tenían que caminar al paso de los otros carros que formaban una fila, pues muchos viajantes aprovecharon la guardia para hacer tan peligrosa travesía.
En su libro, el periodista Federico García Alva, dice:
"Al llegar el convoy a un punto conocido como La Palmita, los seris lo atacaron y después de un reñido combate los indígenas vencieron. Algunos carreros murieron, otros lograron huir, y desmayada en uno de los carros quedó la infeliz Lola Casanova.
El jefe de los seris, un individuo de elevada estatura y atlética musculación (sic), tomó en sus brazos la bella prenda y huyó con ella por valles y montañas y al reposarla suavemente en la dura peña se constituyó su guardián y ansioso esperó hasta que la joven volvió en sí. Lola al abrir sus ojos y mirarse junto a aquel tostado guerrero, primero quedó como petrificada y después pretendió huir, pero el indio cogiéndola por la ropa cayó de rodillas a sus pies y le dijo en claro español: que no temiera de él nada, ni huyera, que él, aunque jefe de la tribu, no era seri sino pima y muy joven en un combate había caído en poder de los seris, a quienes a través de los años había logrado dominar por su valor y su destreza, que a ella la adoraba y que la haría reina de la tribu.
"La infeliz Lola estaba perdida e indudablemente no por amor, pero sucumbió a la feroz pasión de aquel temible salvaje que, librando heroicos combates con los principales cabecillas de la tribu que se opusieron al advenimiento de esa reina, al fin la impuso".
El señor García Alva incurre en un error en lo que asevera en el último párrafo trascrito, porque los indígenas de Sonora, como sucede hasta la fecha, siempre han respetado a las mujeres de sus congéneres de la misma tribu, aún cuando aquéllas sean de otras razas.
Dice la leyenda -¿o historia, quizá?- que Coyote-Iguana, el cacique que secuestró a la muchacha blanca, era un individuo de una estatura de más de un metro con noventa centímetros, lo que era muy común entre los antiguos seris, los más altos de los nativos de América, y que tenía una musculatura que le hacía invencible en el combate de cuerpo a cuerpo.
Cuentan también que el cabecilla seri se prendó tanto de Lola, que la llevó a su aldea y no queriendo tenerla prisionera le construyó su propia vivienda. El indígena sabía que la muchacha no podía huir por no saber en qué lugar se encontraba la comunidad seri. Además ha llegado a saberse hasta nuestros días transmitido de boca en boca, que Coyote-Iguana durante mucho tiempo respetó la integridad de la joven y que por las noches iba hasta la morada de ella a cantar en su dialecto canciones de amor, que se escuchaban por toda la aldea.
Lola, por ser joven, pronto aprendió el dialecto seri y las costumbres de la tribu, empezando a hacer vida común entre las mujeres solteras. Mientras tanto, Coyote-Iguana, perdidamente enamorado de la muchacha, en los combates con las tropas del Gobierno o con los guerreros de otras tribus, siempre se le veía delante de sus hombres, sin importarle morir; por ello los seris temían perder a su caudillo.
En muchas ocasiones el pima convertido en jefe seri, recibió heridas que hubiesen hecho morir a cualquier otro hombre; y en cada ocasión que el gigante llegaba a la aldea ayudado por sus guerreros, Lola lavaba y curaba sus heridas.
Después de dos años de la fecha del secuestro, Coyote-Iguana perdió la esperanza de conquistar el corazón de Lola y un día se presentó en el habitáculo de la muchacha, diciéndole:
-Mañana, antes salir sol, tú poder volver tu tierra. Dos guerreros acompañarte cerca Guaymas.
Entonces la mujer blanca respondió:
-Yo no quiero irme.
-¿Por qué?- pregunto el cacique y ella respondió, bajando la vista como lo hacen las mujeres indígenas cuando les habla su hombre:
-Porque quiero ser tu mujer.
"Al llegar el convoy a un punto conocido como La Palmita, los seris lo atacaron y después de un reñido combate los indígenas vencieron. Algunos carreros murieron, otros lograron huir, y desmayada en uno de los carros quedó la infeliz Lola Casanova.
El jefe de los seris, un individuo de elevada estatura y atlética musculación (sic), tomó en sus brazos la bella prenda y huyó con ella por valles y montañas y al reposarla suavemente en la dura peña se constituyó su guardián y ansioso esperó hasta que la joven volvió en sí. Lola al abrir sus ojos y mirarse junto a aquel tostado guerrero, primero quedó como petrificada y después pretendió huir, pero el indio cogiéndola por la ropa cayó de rodillas a sus pies y le dijo en claro español: que no temiera de él nada, ni huyera, que él, aunque jefe de la tribu, no era seri sino pima y muy joven en un combate había caído en poder de los seris, a quienes a través de los años había logrado dominar por su valor y su destreza, que a ella la adoraba y que la haría reina de la tribu.
"La infeliz Lola estaba perdida e indudablemente no por amor, pero sucumbió a la feroz pasión de aquel temible salvaje que, librando heroicos combates con los principales cabecillas de la tribu que se opusieron al advenimiento de esa reina, al fin la impuso".
El señor García Alva incurre en un error en lo que asevera en el último párrafo trascrito, porque los indígenas de Sonora, como sucede hasta la fecha, siempre han respetado a las mujeres de sus congéneres de la misma tribu, aún cuando aquéllas sean de otras razas.
Dice la leyenda -¿o historia, quizá?- que Coyote-Iguana, el cacique que secuestró a la muchacha blanca, era un individuo de una estatura de más de un metro con noventa centímetros, lo que era muy común entre los antiguos seris, los más altos de los nativos de América, y que tenía una musculatura que le hacía invencible en el combate de cuerpo a cuerpo.
Cuentan también que el cabecilla seri se prendó tanto de Lola, que la llevó a su aldea y no queriendo tenerla prisionera le construyó su propia vivienda. El indígena sabía que la muchacha no podía huir por no saber en qué lugar se encontraba la comunidad seri. Además ha llegado a saberse hasta nuestros días transmitido de boca en boca, que Coyote-Iguana durante mucho tiempo respetó la integridad de la joven y que por las noches iba hasta la morada de ella a cantar en su dialecto canciones de amor, que se escuchaban por toda la aldea.
Lola, por ser joven, pronto aprendió el dialecto seri y las costumbres de la tribu, empezando a hacer vida común entre las mujeres solteras. Mientras tanto, Coyote-Iguana, perdidamente enamorado de la muchacha, en los combates con las tropas del Gobierno o con los guerreros de otras tribus, siempre se le veía delante de sus hombres, sin importarle morir; por ello los seris temían perder a su caudillo.
En muchas ocasiones el pima convertido en jefe seri, recibió heridas que hubiesen hecho morir a cualquier otro hombre; y en cada ocasión que el gigante llegaba a la aldea ayudado por sus guerreros, Lola lavaba y curaba sus heridas.
Después de dos años de la fecha del secuestro, Coyote-Iguana perdió la esperanza de conquistar el corazón de Lola y un día se presentó en el habitáculo de la muchacha, diciéndole:
-Mañana, antes salir sol, tú poder volver tu tierra. Dos guerreros acompañarte cerca Guaymas.
Entonces la mujer blanca respondió:
-Yo no quiero irme.
-¿Por qué?- pregunto el cacique y ella respondió, bajando la vista como lo hacen las mujeres indígenas cuando les habla su hombre:
-Porque quiero ser tu mujer.
Doña Manuelita Romero viuda de De la Llata, quien murió después de haber cumplido cien años de edad en 1933, era tía de mi padre y vivió hasta el día de su deceso en una casa de la propiedad de él, que estaba ubicada contra esquina de la Catedral de Hermosillo, que fue demolida para construir el Boulevard Miguel Hidalgo y Costilla, era una anciana que poseía una memoria prodigiosa. Por eso en mi niñez siempre procuré acompañar a mi progenitor cuando la visitaba para proveerla de lo que requiere la subsistencia. Los relatos de mi tía-abuela siempre me conmovían o me alegraban; tenía un gran encanto cuando contaba anécdotas, cuentos o viejas historias; "parecía", afirma mi hermana Gloria, "que cuando hacía sus relatos nos llevaba de la mano al lugar de sus personajes, reales o ficticios, y nos hacía sentir las emociones que la embargaban al recordar los sucesos de su niñez y juventud". En tan luenga vida la muy amada viejecita muchas cosas tenía que contar; a ella gustábale relatarlas y a mí me encantaba escucharlas.
Un día dijo me la tía Manuelita:
-¡Ah! Si tú hubieras visto como yo a Lolita Casanova, la muchacha que se llevó un jefe seri, habrías pensado que tenías enfrente a un angel vestido de mujer. Yo la conocí porque... ¿sabes? Mi papá también era español y un día que fuimos a Guaymas visitamos a la familia Casanova. La anciana estuvo un rato pensativa, como hurgando en el arcón de los recuerdos. Enseguida continuó, con la vista fija en el techo de la habitación, como si estuviese pensando en voz alta:
-De esto hace ... hace casi ochenta años ... ¡Pero parece que la estoy viendo en este momento!
La tía volvió a permanecer en silencio y noté en su rostro que lloraba interiormente; pues dicen que los viejos no tienen lágrimas porque ya derramaron todas. Y yo sentí un nudo en la garganta cuando siguió con su relato.
-El señor casanova y su esposa murieron al año siguiente del secuestro.
Al no lograr localizar a su hija perdieron el interés en seguir viviendo. El tío de Lolita se hizo cargo de los negocios del muerto y gastó una fortuna tratando de rescatar a su sobrina.
Como la viejecita dejó de hablar, seguramente porque los recuerdos estrujaban sus sentimientos, inquirí, inquieto:
-¿ Y qué pasó al final, tía Manuelita ?
-Poco después hubo revoluciones, muchas revoluciones; se impuso el Imperio de Maximiliano y sucedieron muchas batallas. Por eso el tío de Lolita tuvo que suspender la búsqueda de su sobrina.
La ancianita guardó silencio durante unos segundos antes de continuar: -Pero un día la localizaron, después de quince años del asalto a la diligencia. Los ojos claros de la tía no podían percibir las emociones en mi rostro; la ceguera senil sólo le permitía ver mi silueta. Sin embargo quiso complacer mi curiosidad y terminó su relato:
-Lolita no quiso regresar al mundo civilizado. Dijo que amaba a Coyote-Iguana.
-¡Ah! Si tú hubieras visto como yo a Lolita Casanova, la muchacha que se llevó un jefe seri, habrías pensado que tenías enfrente a un angel vestido de mujer. Yo la conocí porque... ¿sabes? Mi papá también era español y un día que fuimos a Guaymas visitamos a la familia Casanova. La anciana estuvo un rato pensativa, como hurgando en el arcón de los recuerdos. Enseguida continuó, con la vista fija en el techo de la habitación, como si estuviese pensando en voz alta:
-De esto hace ... hace casi ochenta años ... ¡Pero parece que la estoy viendo en este momento!
La tía volvió a permanecer en silencio y noté en su rostro que lloraba interiormente; pues dicen que los viejos no tienen lágrimas porque ya derramaron todas. Y yo sentí un nudo en la garganta cuando siguió con su relato.
-El señor casanova y su esposa murieron al año siguiente del secuestro.
Al no lograr localizar a su hija perdieron el interés en seguir viviendo. El tío de Lolita se hizo cargo de los negocios del muerto y gastó una fortuna tratando de rescatar a su sobrina.
Como la viejecita dejó de hablar, seguramente porque los recuerdos estrujaban sus sentimientos, inquirí, inquieto:
-¿ Y qué pasó al final, tía Manuelita ?
-Poco después hubo revoluciones, muchas revoluciones; se impuso el Imperio de Maximiliano y sucedieron muchas batallas. Por eso el tío de Lolita tuvo que suspender la búsqueda de su sobrina.
La ancianita guardó silencio durante unos segundos antes de continuar: -Pero un día la localizaron, después de quince años del asalto a la diligencia. Los ojos claros de la tía no podían percibir las emociones en mi rostro; la ceguera senil sólo le permitía ver mi silueta. Sin embargo quiso complacer mi curiosidad y terminó su relato:
-Lolita no quiso regresar al mundo civilizado. Dijo que amaba a Coyote-Iguana.
Y a mi, que era un niño, me satisfizo el final de la narración, considerando que ese drama tan doloroso merecía un epílogo feliz.
La historia sigue aún mejor. Tuvo 3 hijos con Coyote-Iguana, que sucedieron al padre en la jefatura de la tribu pese a la oposición de los seri, que no querían ser gobernados por mestizos.
ResponderEliminarLola Casanova, la reina blanca, impuso su voluntad y consiguió que sus dos hijos fueran jefes.
http://www.emujeres.net/entretuyyo/la-leyenda-del-coyote-iguana-hortensia-flores.php
Dicen que al morir el jefe los indios lanzaron su cadáver a los perros, pues no olvidaron que éste tuvo que imponer a Lola como su mujer —y seguramente, aunque no se menciona, él era al fin y al cabo de otra tribu, como alguna que otra versión supone—. Ella esperó a que su hijo tuviera edad para vengar el desprecio sufrido tras la muerte del padre y gobernar en su lugar, como legítimo heredero.
ResponderEliminar(ESTA ME ENCANTA)
ResponderEliminarQuizá la sangre de viejos guerreros hispanos que corría por sus venas floreció en admirables planes de organización que dieron como resultado que todo intento de sublevación
fracasara, conservando el poder y dando a su
madre todas las satisfacciones que pudo, y el respeto a que tenía derecho (De Parodi, 1998, p. 836).
hay película y todo
ResponderEliminarhttp://cinemexicano.mty.itesm.mx/peliculas/lola_casanova.html
hay un tipo que dice que todo es mentira:
ResponderEliminar(...) y, por lo que respecta a Lola Casanova, ya en concreto, y a las niñas Islas, el parte oficial circunstanciado de esa campaña, fechado en Guaymas el 24 de abril de 1850, en su parte relativa dice: “Por nuestra parte tenemos que lamentar la muerte de la joven Doña Dolores Casanova, a quien sacrificaron pocas horas después de la acción de Batamote a consecuencia de habérsele muerto al enemigo una mujer herida de bala en la misma acción; y que no haya libertádose la niña cautiva Elena Islas, que según varias declaraciones de los mismos Seris, fue llevada al Tepoca por una Seri vieja y tuerta que la ha adoptado como suya”. La acción de Batamote, según el mismo documento, se libró el día 12 de marzo, o sea el mismo en que Coyote Iguana se presentó en el embarcadero de Tiburón, deduciéndose, en consecuencia, que la infortunada Lola Casanova fue sacrificada por sus captores a los dieciocho días exactos de su cautiverio, y que por lo tanto, su “reinado” entre los Seris no existió. Hermosillo Sonora, 11 de julio de 1948.